Un tal León Bouché en su obra “La Pulpería” atrapa la cuestión de aquellas instalaciones agrestes en dos trazos. Dice "frente a su estaño confraternizó la gente. Fue el primer techo cobijador que encontró el gaucho en su difícil soledad pampeana. Allí también sació su ardiente sed. Allí los hombres del Sur se sintieron hermanados cada vez que la libertad peligraba..."

Algunos dicen que le llamaban pulpería porque, siendo un almacén rural, debía proveer todo lo que se necesitara en la zona. Desde comestibles, remedios, ropas y artículos de talabartería hasta los “vicios” –tabaco, papel para armar, yerba, bebidas espirituosas. Entonces, tal diversidad de oferta exigía del propietario habilidades en la gestión de proveedores propias de un "pulpo". De ahí lo de pulpero, como se lo conocía.

Otros en cambio dicen que viene de pulquería, lugar donde se ofrecía pulque, un licor fuerte de la familia del aguardiente. La cosa es que estos rudos establecimientos, más que como proveedurías se hicieron populares como tabernas. Allí se reunían a conversar las gentes de los alrededores y se cruzaban con los forasteros de viaje.

Desde épocas de la conquista, fueron lugares a donde llegaban y se transmitían las noticias de boca en boca en ausencia de otro medio de comunicación. Situación más que parecida a la posmodernidad cuando los falsos medios de comunicación, dueños ya de toda realidad, no permitían que nadie se enterara de nada.

Dicen que siempre había a mano un par de guitarras para que lucieran su arte los payadores, una suerte de raperos rurales que compartían en verso improvisado –o en aforismo– lo que cada uno había alcanzado a conocer. Y cuando al calor del entrevero a veces alcanzaban la interlocución, los concurrentes sabían que aquello era más que algo afortunado, para unos subversivo, para otros inspirador, para todos extraordinario...

Cuentan que la Pulpería 'ElConocimiento' era un rancho grasiento que atendía en los pagos de Batán, identificable porque humeaba día y noche y porque, aún en las madrugadas la lucecita del cartel de bienvenida brillaba en lo alto de la loma allá, pasando las canteras. Mas o menos a una media legüita de la vieja estación inglesa.

No se puede decir que la pulpería que haya tenido su época de esplendor, pero sí que supo entrar en la leyenda antes que el ramal ferroviario se integrara al tren de alta velocidad del Puente Terrestre del Mundo. Cuando los chinos emprendieron aquel proyecto colosal que permitió viajar desde el Sur hasta Dublín por ferrocarril, recorriendo toda Nuestramérica y, saltando por Bering, atravesar Eurasia de punta a punta.

Esta compilación fragmentaria de textos de la Pulpería 'ElConocimiento' rescata, a partir reconstrucciones digitales de los dichos de los mismos parroquianos, los temas mas enjundiosos, recurrentes y obsesivos que allí se trataban.

Aquellas eran épocas bravas en lo cognitivo y en lo ético, más que de confusión eran épocas en la que un mundo entero entraba a pasar por la licuadora. Donde los concurrentes –hombres y mujeres atravesados por ese espíritu montaraz e irreductible del criollo– se debatían en el intento de comprender qué estaba sucediendo, quienes eran ellos mismos y, sobre todo, qué carajo podían hacer...